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Los orígenes de la escalada en Teruel
Editorial: Instituto de Estudios Turolenses
Colección: Cartillas turolenses, nº 32
Autor: Javier Magallón
ISBN: 978-84-17999-88-9
Formato: 20 x 20 cm / rústica / 59 págs.
Edición: junio 2025
Cartillas turolenses, n. º 32
Las dos grandes secciones de la Cartilla Turolense 32 se corresponden con un período de tiempo que comprende desde 1940 hasta 1970 y otro lapso que abarca desde 1980 hasta 1990.
En el primer intervalo de tiempo, el lector podrá leer sobre los antecedentes históricos de la escalada en los 40, practicada por los chicos del Frente de Juventudes, la sección juvenil de la Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista. De hecho, uno de los grandes éxitos de este organismo franquista y, probablemente la primera escalada documentada en Teruel, fue la de Peña Palomera en 1942.
Once años después, en 1953, la ascensión del Puro de Riglos marcó el comienzo de la década prodigiosa aragonesa y la influencia de los escaladores aragoneses sobre los escaladores nacionales fue enorme.
Retrocediendo a los años 40, la Sociedad Excursionista Javalambre, precedente del Grupo Alpino Javalambre, dio forma al montañismo organizado. Además de abrir vías de escalada en parajes próximos a la capital, preparar expediciones de montaña inolvidables y ofertar cursos de formación, impulsó la construcción del refugio Rabadá y Navarro, el único no pirenaico de Aragón.
Asimismo, se sucedieron varios hitos entre 1940 y 1970 que marcaron la historia de la escalada turolense. El primero fue el de Peña Palomera, anteriormente mencionado. Después, siguieron la apertura del primer itinerario a la Peña del Macho, junto a la rambla del río Seco en la ciudad de Teruel; la colocación del primer buzón montañero de la provincia en la Peña del Cid, en Libros; la conquista de la Porra de Aliaga por el Frente de Juventudes, un ascenso que colocó al grupo escalador entre los mejores de España, y las prácticas de rápel en la Peña Rubrico, en el cañón del Arquillo de San Blas.
En el segundo intervalo de tiempo, la lectura se adentra en el cambio radical del alpinismo tradicional en 1980, cuando se reivindicó la vuelta a la escalada libre, limpia y sostenible. La primera vez que los escaladores turolenses la experimentaron y solo utilizaron su cuerpo para progresar por la vía fue en la ya citada Peña del Macho, un peñón que se convirtió en escuela de esta actividad.
Muchos consideraron a Jesús Gómez López como el mejor alpinista de los 80. Sus momentos estelares fueron en el Cerro Torre hasta el hombro, en La Patagonia, y en el intento a subir la montaña más alta del mundo, el Monte Everest.
A finales de los 80, también destacaron los nombres de los veinteañeros Agustín Pumareta y Aurelio Villarroya al convertirse en los primeros turolenses en coronar la cima más alta de Europa, el Mont Blanc.
Junto con Pumareta y Villarroya viajó Pilar de Miguel, aunque por motivos de salud, no pudo subir al Monte Blanco. Aun así, la joven se convirtió en un referente femenino, ya que no existen alusiones a otras escaladoras nacidas en Teruel hasta bien entrado el siglo XXI.
El cambio de siglo ha traído consigo nuevas generaciones de escaladores, materiales punteros, técnicas perfeccionadas y bibliografía que pone de manifiesto el potencial de la provincia turolense para esta práctica.
Javier Magallón es arquitecto técnico, escalador y aventurero.
Desde niño se ha sentido muy atraído por las montañas y sus actividades alpinas se han convertido en una forma de vida.
Se considera a sí mismo como un investigador inagotable de la heterogénea geografía vertical turolense donde escala desde hace décadas, aunque como alpinista también ha conquistado cimas importantes en los Alpes y el Himalaya, el icónico Ama Dablam nepalí es buen ejemplo.
Ha abierto más de 250 vías clásicas de largo recorrido en la provincia de Teruel, ha escrito los libros especializados Aristas y crestas de Teruel y Escaladas insólitas del Maestrazgo de Teruel y es coautor de 100 puntas inaccesibles de Teruel, un catálogo de escaladas insólitas, y de Lítica, 100 piedras singulares de Teruel, sobre formaciones pétreas sorprendentes.