El dios de los perdidos

El título del Dios de los perdidos es una paradoja en sí mismo, ya que, durante toda la obra, Tomás como protagonista, junto con su grupo de adolescentes pasotas de instituto, tratan en mayor o menor medida de darle un sentido al mundo que les rodea. La paradoja viene de que, en su intrincada búsqueda, Tomás, siempre estará perdido. Tanto en el sentido filosófico de llenar su propio vacío, como en el de ser alguien que le pueda aportar algo a la sociedad.  

A medida que va conociendo gente distinta con la que poder dialogar sobre el propósito de las personas a los ojos de la religión, estos le proponen puntos de vista novedosos para un adolescente, nuevos dilemas que van formando su carácter con cada persona que conoce. Dichas conversaciones, con una importante carga filosófica, son un reflejo de los dilemas que el autor mantuvo durante su adolescencia, encuadrados en contextos que conoce de primera mano.